En la sociedad actual, la sexualidad femenina continúa siendo objeto de un intenso escrutinio y juicios morales que no afectan de la misma manera a los hombres: por un lado, la actividad sexual masculina se ve como una expresión de virilidad y éxito, mientras que la de las mujeres puede ser interpretada como un factor que afecta su reputación y valor social.
Esta diferencia de percepción ha llevado a que muchas mujeres sean más selectivas a la hora de elegir parejas sexuales, no solo por preferencias personales o incluso por decisiones que tienen que ver con la decisión de tener hijos, sino también por la presión social y el miedo a ser juzgadas.
La doble moral sexual es un fenómeno arraigado en muchas culturas, donde los comportamientos sexuales son evaluados de manera diferente según el género. Los hombres que tienen múltiples parejas suelen ser elogiados y considerados exitosos en el ámbito sexual. En cambio, las mujeres con la misma conducta pueden ser etiquetadas con términos despectivos, lo que genera un clima de temor y autocontrol.
Oprimidas por el 'qué dirán...'
En una ocasión, un estudio de la revista Archives of Sexual Behavior ofreció una respuesta vital a la pregunta de si las mujeres realmente no desean tener sexo tanto como los hombres, un resultado asombroso comparado con lo que normalmente los hombres piensan.
En dicho estudio, dos investigadores alemanes, Andreas Baranowski y Heiko Hecht, replicaron el estudio original de Clark y Hatfield que consistía en que los asistentes de investigación (hombres y mujeres sumamente atractivos) se acercaran a personas del sexo opuesto en el campus de la universidad de Florida para hacerles tres preguntas: "¿Te gustaría salir conmigo esta noche?", "¿Te gustaría venir a mi apartamento esta noche?", "¿Te gustaría acostarte conmigo esta noche?"
Los resultados del estudio fueron contundentes: para la primera pregunta, aproximadamente la mitad de los hombres y mujeres aceptaron. para la segunda pregunta (ir al apartamento), más hombres que mujeres aceptaron. Y para la tercera pregunta (sexo casual), el 75% de los hombres aceptaron, mientras que ninguna mujer lo hizo.
Cuarenta años después del primer experimento, se demostró que el resultado original seguía vigente, incluso entre estudiantes universitarios alemanes del siglo XXI, demostrando que los resultados son los mismos actualmente si se preguntaba a la gente en un entorno tan diferente como lo es una discoteca a un campus.

Sin embargo, ambos investigadores razonaron que un factor en la respuesta de las mujeres a las invitaciones sexuales, en ambas épocas en las que se aplicó el estudio, podría ser el miedo: miedo a dañar su reputación en una cultura que juzga la actividad sexual de las mujeres de forma diferente a la de los hombres, y miedo al daño físico derivado de un encuentro con un desconocido.
En el nuevo estudio, se diseñó un elaborado escenario encubierto para hacerles creer a las mujeres encuestadas que podían aceptar ofertas sexuales sin temor a que nadie se enterara ni a correr peligro físico: se le invitó a un laboratorio con el engaño de que ayudarían a una empresa de citas a evaluar su algoritmo de compatibilidad.
En el estudio, tanto a hombres como mujeres, se les mostró diez fotos de personas del sexo opuesto y se les hizo creer que las diez ya habían aceptado reunirse con ellos (ya fuera para una cita o para tener sexo). Con estos y otros detalles convincentes, los experimentadores esperaban que las mujeres que participaron revelaran su verdadera actitud hacia las citas o las relaciones sexuales con desconocidos, sin el temor a lo que pudiera sucederles si aceptaban.
Los resultados fueron increíbles: al no haber diferencia entre las citas y las relaciones sexuales casuales, una gran proporción de mujeres (la misma cantidad que los hombres) se entusiasmaron ante la idea de conocer a un desconocido con potencial sexual optando por tener una cita o sexo con al menos una pareja.
Las mujeres que creían tener la oportunidad de conocer hombres para tener sexo eligieron, en promedio, a poco menos de tres hombres con quienes les gustaría tener un encuentro. Los hombres eligieron, en promedio, a poco más de tres mujeres con quienes les gustaría tener un posible encuentro sexual.
Este estigma no solo proviene de sectores conservadores de la sociedad, sino que también está presente en círculos sociales modernos donde, aunque se promueva la libertad sexual, persisten prejuicios implícitos sobre el número de parejas sexuales que "debería" tener una mujer.
La selectividad como mecanismo de defensa
Si bien la selectividad sexual puede ser un reflejo de los deseos y preferencias individuales, también puede convertirse en un mecanismo de defensa ante un entorno que penaliza la libertad sexual de las mujeres. Muchas desarrollan criterios más estrictos al elegir parejas, no solo en términos de atracción y compatibilidad, sino también considerando la seguridad emocional y la confianza en que esa persona no dañará su reputación.
En algunos casos, esta selectividad también se relaciona con la necesidad de evitar situaciones de violencia o abuso, ya que la cultura de la doble moral muchas veces minimiza la responsabilidad masculina en casos de agresión sexual y culpa a las mujeres por "provocar" o "permitir" ciertas interacciones.
Foto de Vitaly Nikolenko en Unsplash |Foto de Olga Solodilova en Unsplash
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